Artículos

DOI: 10.18046/recs.i20.2155

 

Las propuestas que tal vez hubiera impulsado Karl Popper ante los enemigos de la sociedad abierta de hoy: para el siglo XXI, el reformismo***

 

The proposals that perhaps Karl Popper had propelled facing the enemies the open society of nowadays: for the XXI century, the reformism

 

As propostas que talvez Karl Popper tivesse impulsionado contra os inimigos da sociedade aberta de hoje: para o século XXI, o reformismo

 

 

Juan Guillermo Estay-Sepúlveda* , Mario Lagomarsino-Montoya**

* Investigador de la Sede Santiago de la Universidad de Los Lagos, Chile. Profesor de Historia y Geografía. Licenciado en Educación. Doctorando en Historia, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Integrante del Consejo Asesor de la Cátedra de Estudios Sobre Hermenéutica Analógica del Instituto Superior de Filosofía de Valladolid, Universidad de Valladolid, España. Investigador del Centro Studi SEA, Italia. Líneas de Investigación: Democracia y Pensamiento Político e Historia de las Mentalidades de América. Correo electrónico: juanguillermoestay@yahoo.es

** Investigador de la Universidad de Valparaíso, Chile. Licenciado en Filosofía. Dr. (c) en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Catedrático Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación, Chile. Líneas de Investigación: Democracia y Pensamiento Político y Ciencias Políticas y Administrativas. Correo electrónico: marioazurro@gmail.com

 

Artículo de investigación: Recibido: 04 de Febrero de 2016; Aprobado: 17 de Mayo de 2016

 

Cómo citar

Estay Sepúlveda, J. G. y Lagomarsino Montoya, M. (2016). Las propuestas que tal vez hubiera impulsado Karl Popper ante los enemigos de la sociedad abierta de hoy: para el siglo XXI, el reformismo. Revista CS, no. 20, pp. 75-92. Cali, Colombia: Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Icesi. DOI: 10.18046/recs.i20.2155

 


RESUMEN

Durante toda su obra, el filósofo Karl Popper criticó en fuertes términos el totalitarismo del siglo XX, el cual vivió en carne propia. No dudamos que hoy levantaría la voz ante otro mal político que se observa en el horizonte, ad portas de la tercera década del nuevo milenio: el fundamentalismo. Y si bien el filósofo austriaco ataca los regímenes políticos totalitarios con la democracia, también es un crítico de ella cuando no da el ancho; y a la vez, siendo un defensor a ultranza del diálogo, no duda en colocar ante la tiranía los preceptos del tiranicidio.

Palabras-clave: Karl Popper; democracia; reformismo; defensa de la libertad; reforma gradual


ABSTRACT

During his complete work, the philosopher Karl Popper criticized in a strongly way the totalitarianism of the XX century, which was lived by him directly. We do not have any doubt that nowadays, he would speak with a louder tone in front of the other bad situation in politics which is observed in the horizon ad portas of the third decade of the new millennium, that is to say the fundamentalism. Although it is true, the Austrian philosopher attacks the political totalitarian regimes with the democracy, he is also a critic of it and at the same time, being a defender to the death of dialogue, he does not doubt in putting in front of the tyranny, the principles of tyrannicide.

Key words: Karl Popper; democracy; reformism; defence of the libert; gradual reform


RESUMO

Ao longo do seu trabalho, o filósofo Karl Popper criticou fortemente o totalitarismo do século XX, o qual experimentou diretamente. Não há dúvida alguma de que hoje ele falaria contra outro mal político que se observa no horizonte, à beira da terceira década do novo milênio: o fundamentalismo. E embora o filósofo austríaco ataque os egimes políticos totalitários com a democracia, também a critica quando não é suficiente; ao mesmo tempo, por ser um firme defensor do diálogo, não duvida em colocar os preceitos do tiranicídio em frente da tirania.

Palavras-Chave: Karl Popper; democracia; reformismo; defesa da liberdade; reforma gradual


 

 

Introducción

Las sociedades libres y democráticas tienen un gran enemigo al frente. Un enemigo tal o quizás más complejo que los enemigos históricos de la democracia y la libertad. El fundamentalismo y sus consecuencias hoy tienen nuevas carreteras para avanzar hacia su fin y amenazar a la humanidad. Pero, ciñéndonos a la materia de nuestro artículo, podemos decir, sin ningún inconveniente, que la obra política de Karl Popper se encuentra plenamente vigente y que es un instrumento que puede dar cuenta de los problemas actuales y, aún más, puede generar hipótesis de solución para los problemas de las sociedades contemporáneas.

El mismo Popper es partidario acérrimo de la libertad de ser humano, una libertad basada en su responsabilidad, pese a la incertidumbre e indeterminismo del presente y el futuro1. Una libertad con irrestricto respeto a las propias reglas de la democracia, con una consideración a lo más alto de la creación del espíritu humano: la ley (Morlino, 2007).

Así como Karl Popper realizó una enorme crítica de las sociedades cerradas y utópicas, mostrando sus problemas, sostenemos que sus tesis pueden dar luz sobre estos nuevos enemigos de la sociedad abierta de hoy. En el primer sentido de nuestra afirmación, Ralf Dahrendorf ha sostenido que "K. R. Popper se ha ocupado en su obra [...] La Sociedad Abierta y sus Enemigos de estos y otros aspectos de las sociedades cerradas y utópicas, en particular y poco hay que añadir a su profundo análisis." (Dahrendorf, 1966: 91).

De esta forma, la filosofía política popperiana mantiene un reconocimiento en lo tocante al tratamiento de sociedades, ideologías y movimientos contrarios a la democracia y a la libertad humana. Y al tratar esta defensa a la democracia y a la libertad del ser humano en cuanto ser, no determina un Popper liberal a ultranza, o neoliberal, como piensan y afirman algunos: Popper es también partidario de un Estado fuerte para la defensa de los más débiles o los desposeídos que la propia democracia va dejando en el camino (Harada, 2008: 205-227).

[La sociedad democrática] es la mejor sociedad hasta ahora, puesto que es la única que potencialmente es capaz de resolver sus problemas por medios tales como: el diálogo, el consenso y el acuerdo, desechando discursivamente las alternativas violentas, las que siempre son consideradas como no apropiadas y en el lado de la irracionalidad. (Estay Sepúlveda y Lagomarsino, 2016: 3).

En consecuencia, progresaremos en la actual dirección: las hipótesis de solución a los problemas presentes desde la obra popperiana y su aplicación. No espere el lector encontrar ninguna novedad en este sentido, sino solamente hipótesis o conjeturas basadas en las tesis de Popper en el campo político, las cuales se encuentran tan impregnadas de dos elementos ausentes hoy en las grandes discusiones, esto es, el sentido común y lo verosímil. Dos elementos muy sencillos, pero tremendamente potentes y clarificadores a la hora de enfrentar e intentar resolver problemas2.

Para los fines de este artículo, las herramientas que entrega Popper para enfrentar el fundamentalismo y sus posiciones intransigentes son: el racionalismo crítico y la reforma gradual. La sociedad libre y la democracia requieren de la reforma gradual pero constante, porque son entes dinámicos. Por lo mismo, requieren del cambio, de un cambio permanente que vaya en directa relación con la liquidación de los problemas acuciantes del sufrimiento humano en su vida y existencia. La reforma gradual de Popper, impulsada por su racionalismo crítico, no tiene más horizonte que la eliminación del dolor y el sufrimiento de los seres humanos. Para esto no puede haber posturas dogmáticas que no permitan ese necesario cambio, como los totalitarismos y el contemporáneo fundamentalismo.

En nuestra interpretación del pensamiento popperiano en el Siglo XXI, hemos arrancado de la raíz común, tanto al totalitarismo del Siglo XX que Popper combatió directamente, como del fundamentalismo del Siglo XXI; con la convicción de que el autor de la Sociedad Abierta la hubiera batallado con la misma pasión. En este sentido, y una vez revisada la postura social y política en la obra de Popper, y ya identificados los enemigos de la sociedad abierta de hoy, creemos oportuno traer las palabras de nuestro autor, extraídas de una obra de reciente aparición que condensa los elementos sobre los cuales se erigió el totalitarismo que él combatió y que nosotros pensamos son los mismos elementos del fundamentalismo actual. Popper, en Después de la Sociedad Abierta, hablando de los dispositivos constituyentes del totalitarismo afirma:

[...] durante años, había visto cómo la filosofía social del totalitarismo se basaba en unas pocas concepciones cuya crítica incumbe a quien estudia el método. Podemos reunir estas concepciones mixtas y a menudo más bien vagas en tres cestas, por decirlo así, y etiquetar cada una de ellas como:

a) Historicismo.

b) Colectivismo.

c) Antirracionalismo.

Caracterizaré de forma breve los contenidos de estas tres cestas.

a) En la cesta con el nombre 'Historicismo' se recogen concepciones como aquellas según la cual la tarea suprema de los grandes hombres y las grandes naciones es convertirse en actores en el escenario de la historia; y la concepción afín según la cual la tarea de la filosofía social y de la ciencia social es describir algo así como el 'significado de la historia' y, en concreto, predecir el curso de los acontecimientos en su escenario [...]

b) De manera análoga, la etiqueta 'colectivismo' se aplica aquí a aquellas concepciones para las que el individuo carece de importancia, mientras cierto 'cuerpo colectivo' como, por ejemplo, la raza, la clase, o la nación tiene una importancia muy grande, cuando no divina [...]

c) 'Antirracionalismo' es la etiqueta que se atribuye a aquellas concepciones que hacen de la inspiración una guía para la acción más segura que la argumentación racional o el razonamiento [...] Está vinculada con la doctrina del líder de inspiración divina y se halla estrechamente relacionada con el tribalismo y el colectivismo. Junto con el historicismo y el colectivismo, constituye una base para las teorías contemporáneas del racismo y el nacionalismo agresivo [...] Estas concepciones... son los reales 'enemigos de la sociedad abierta' de las que habla el título del libro. La argumentación del libro no consiste meramente en decir que son filosofías falsas, sino también en decir que son perniciosas [...] En efecto, al sostener como sostengo que estas filosofías son responsables en gran medida de la guerra y de sus secuelas de crueldad y hambre, creo que me compete acusar a estos enemigos y desenmascararlos sin dudar. (Popper, 1985: 187-189).

Esta matriz descubierta por Popper en el totalitarismo también se encuentra presente en el fundamentalismo, que como hemos dicho es el nuevo mal que la humanidad deberá enfrentar en los albores del Siglo XXI; ya hemos sentido sus garras en el fundamentalismo mesiánico de occidente y de oriente, a saber, la política de los halcones de G. W. Bush y el Estado Islámico.

 

Sociedad Abierta, Democracia y Cambio

Se ha hablado en múltiples ocasiones y en distintos lugares y contextos de la sociedad abierta. No siendo premeditada, la importancia del concepto hace que sea permanentemente invocado. La sociedad abierta no es fácil ni de conseguir ni de vivir con ella. La sociedad abierta exigirá sujetos capacitados y en disposición de discutir con palabras y argumentos acerca de todo aquello que constituye la sociedad, particularmente sobre la esfera pública. De esta manera, la sociedad abierta necesitará ante todo de un tipo de capital humano que, aunque manteniendo grandes diferencias con los otros, es capaz de llegar a acuerdos y de encontrar en el otro también algo de razón. Es un sujeto que nunca es prisionero de la intransigencia y menos de creer que tiene toda la verdad de su lado. Es así un individuo alejado de cualquier postura que se pudiera etiquetar como de totalitaria y/o fundamentalista.

En consecuencia, la sociedad abierta es una forma de convivencia social que acepta, acoge y tolera la más diversas visiones, valores, formas de vida y distintas posibilidades de sistemas económicos, políticos y públicos. De cualquier modo, esto tiene un límite. La demarcación dice que ninguna de estas visiones puede ser excluyente con respecto a otra, esto es, no puede pretender que esa visión distinta deba ser destruida mas sí superada por argumentos. Su forma de imponerse en la sociedad ha de ser a través del dialogo, la discusión y el convencimiento por argumentos. Las ideas entran en confrontación y si son derrotadas, no son aniquilados quienes las sostenían. Por el contrario, podrán buscar nuevos argumentos con el objeto de ingresar nuevamente al dialogo crítico en pos de establecer las mejores ideas, esto es, aquellas que han ganado en la discusión crítica.

De esta forma, en una sociedad abierta es posible aprender de manera constante y dinámica. Esta experiencia cognitiva se presenta puesto que se encuentran en disputa diversas visiones y valores en torno a todos los ámbitos que implica el vivir en una sociedad. Esta es la forma civilizada y racional de convivencia en la cual la libertad individual y colectiva, la responsabilidad, la justicia, los derechos humanos y diversos modelos de concebir la economía pueden florecer. No solamente uno. No solamente una deidad. Por el contrario la sociedad abierta es una suerte de Torre de Babel de las Ideas y de los más diversos argumentos, una suerte de multiculturalidad activa y participante.

Cualquier sociedad que pretenda encontrarse fundada sobre certezas, asentadas a su vez en dogmas, es claramente un ordenamiento social de carácter acrítico y por tanto con propensión a responder de manera tribal ante lo diverso y distinto. Es una sociedad que pretende haber descubierto la verdad, por lo mismo cualquier nueva visión o explicación de sucesos está de demás o tiene la intención de perturbar el orden alcanzado. Un ordenamiento social de estas características será de condición estática, sin la efervescencia y la búsqueda de intentos de soluciones que impone el vertiginoso dinamismo social. Por el contrario, en una sociedad abierta, que se desarrolla en el contexto de un régimen político democrático, el ambiente que la rodea, desde el punto de vista de cómo se construirá el futuro, es la incertidumbre. Lo anterior justamente se debe a la gran cantidad de ideas, tesis, valores y modelos de desarrollo en juego. Como la sociedad abierta es dinámica, en algún momento del tiempo una de esas visiones será la más apropiada para dar solución a los problemas, mientras que en otro momento temporal será otra la visión que permita mejores soluciones. Lo único que la sociedad abierta suministra es el ambiente de libertad y tolerancia para que las ideas fluyan y luchen entre ellas.

En relación a lo anterior, otra característica fundamental de la sociedad abierta -por cierto democrática- es su capacidad y disposición para el cambio. El cambio en una sociedad viene dado por las diversas etapas progresivas que deben suceder en la evolución de los conglomerados sociales. El cambio es lo normal. Lo estático y esta mentalizado es la anomalía desde el punto de vista social. En este aspecto falla profundamente el fundamentalismo. En la sociedad democrática todos los individuos deben estar en capacidad de gobernar3, será necesario de igual manera que todos los ciudadanos de esa sociedad puedan pronunciarse sobre los más diversos temas relativos a las políticas públicas o a lo que también se denomina lo político. Los ciudadanos o individuos no pueden ser zombis que se pronuncian de vez en cuando en elecciones o a través de encuestas. Por el contrario, deben ser capaces de mantener una cultura política que los haga realmente merecedores del calificativo de ciudadanos y no solo voraces consumidores, que lo compran todo sin saber ni para qué hacen las inversiones que hacen. La democracia y la sociedad abierta se consolidan con ciudadanos despiertos e interesados por lo público y por el destino de la sociedad libre que construyen entre todos.

Lo último se encuentra intrincadamente conectado con el tema del cambio que veníamos tratando: el cambio social y político. Si los ciudadanos de todas las épocas están en condiciones de tomar decisiones políticas, apoyados también por las instituciones en el Estado, entonces el cambio en ese conglomerado humano estará en buenas condiciones de darse de forma permanente. Y en gran diferencia con el fundamentalismo, el cambio no tiene por qué implicar decadencia y degeneración. Por el contrario, el cambio es el normal adecuamiento del cuerpo social y el Estado a los requerimientos que van evolucionando en el tiempo. El cambio es propio del dinamismo social. Como no hay un futuro establecido a priori, el cambio en las condiciones debe llevar al cambio en las prácticas en la sociedad, al cambio en los modelos educativos y políticos, y por último a que los ciudadanos libres puedan tener una cultura del cambio que los haga más dúctiles a la hora de enfrentar los nuevos e inciertos desafíos que va presentando el futuro, que siempre está abierto e invita a su construcción. Solamente en una sociedad libre podremos tener la aspiración factible de construir el futuro todos los días, alejado de las supuestas leyes que gobiernan el curso de la historia, así como de una supuesta divinidad y verdad última revelada que nos entregaría ya todo dibujado. Por el contrario, en la profunda concepción de la Filosofía Social y Política de Popper todo está en construcción y tenemos un porvenir que debemos moldear de acuerdo a las mejores ideas y propuestas que seamos capaces de generar. La sociedad abierta, la democracia y el cambio son dinámicos y saludables, el totalitarismo y el fundamentalismo son estáticos y enfermos.

 

La Defensa de la Libertad y el Reformismo Gradual

La reforma gradual que han propiciado Popper y otros autores se encuentra expuesta a la crítica, pero particularmente a la incomprensión. Su contrario, esto es: la revolución, implica un cambio rápido, completo y violento de valores, estructuras sociales, instituciones sociales, sistemas legislativos e instituciones gubernamentales. Es un cambio profundo que se hace de una vez. Mientras tanto, el reformismo plantea el cambio gradual, pero con ritmo sostenido. En un contexto de reforma se van alterando situaciones hasta poder llegar a su alteración final. Por ejemplo, se va coartando el poder de grupos hasta ese momento privilegiados y va mejorando de forma paulatina la situación social y económica de grupos carenciados de tales privilegios. En consecuencia, la reforma gradual implica un cambio hacia una mayor igualdad y una mayor participación en la democracia de un colectivo humano. Pero requiere de tiempo y de una alta capacidad de usar el método científico, esto es, el método de ensayo y error o de conjeturas y refutaciones4.

La reforma gradual o reformismo, como llamaremos a esta postura, es una metodología para ser aplicada al campo político, con el objetivo de favorecer la evolución del orden social y político, utilizando como herramienta para la acción, la reforma, esto es, la iniciativa que se realiza de manera gradual y constante y que en toda ocasión intenta prever qué situaciones indeseadas se podrían producir a partir de los cambios generados. En este sentido, Perona sostiene:

Por tanto las consecuencias inesperadas son un factor inevitable en el desarrollo de la vida social y política; cuanto mayores y más amplios sean los cambios que se deseen introducir en ese marco, mayores serán las consecuencias inesperadas y, en esa medida, más difíciles de controlar. A este respecto, la mayor ventaja de la práctica política reformista frente a la revolucionaria es que, al pretender introducir sólo cambios parciales en el sistema (una institución o parte de ella, por ejemplo) y no un cambio total del mismo, las consecuencias inesperadas que puedan surgir siempre serán menores y, por tanto, más susceptibles de ser reconocidas y, en su caso, corregidas. En este sentido, el reformismo propugnado por Popper va asociado a lo que denomina 'Ingeniería Fragmentaria', esto es, el método político que intenta alcanzar los objetivos (previamente determinados) mediante composturas parciales, es decir, mediante procesos de pequeños ajustes y reajustes abiertos continuamente a la posibilidad de perfeccionamiento y revisión. (Perona, 1993: 90).

Las reformas pueden ser graduales y progresivas también. Las reformas pueden tener contenidos más amplios e introducir cambios al interior de una estructura preexistente. De esta forma, el reformismo ha sido claramente la opción contraria al termino revolución5. El reformismo planteará una alianza estratégica con el régimen democrático en el avance de las reformas que una sociedad determinada requiera y que son muy complejas de llevar a cabo a través de una revolución violenta. Reformar, en consecuencia, se refiere a reorganizar y rediseñar a través de métodos democráticos, en contraposición a los métodos autoritarios utilizados por un régimen político que ha emergido de una revolución. El camino de la reforma será más pausado y menos vistoso que el de la revolución, pero exigirá grandes dotes de asertividad en las acciones a seguir, como sostiene el destacado politólogo Samuel Huntington:

El camino del reformista es difícil. Sus problemas son más complicados que los del revolucionario, en tres aspectos: En primer lugar, entabla por fuerza una guerra en dos frentes contra conservadores y revolucionarios. Por cierto que para triunfar es posible que tenga que luchar en muchos frentes con muchos participantes, y que sus enemigos en uno de tales frentes sean sus aliados en otros. El revolucionario tiene por objetivo polarizar la política, por la cual intenta simplificar, dramatizar y amalgamar los problemas políticos en una sola dicotomía definida entre las fuerzas del 'progreso' y las de la 'reacción'. Trata de acumular divisiones, en tanto que el reformador tiene que diversificarlas y disociarlas. El revolucionario estimula la rigidez en política; el reformador la fluidez y la adaptabilidad. Aquél tiene que poder dicotomizar las fuerzas sociales, éste debe en condiciones de manipularlas. Necesita, pues, un tipo mucho más elevado de habilidad política que el revolucionario. Las reformas son poco frecuentes, aunque solo sea porque también lo es el talento político necesario para convertirlas en realidad. Un revolucionario triunfante no necesita ser un político maestro; un reformista que logre éxito siempre tiene que serlo. (Huntington, 1990: 303-304).

El reformismo buscará avanzar hacia un constante y progresivo remodelamiento de la sociedad, intentando trabajar con todos los actores involucrados para lograr la mejor configuración en las relaciones sociales y productivas que una sociedad, cualquiera que ella sea, deba tener. De igual manera, el reformismo no será solamente la aplicación de medidas puntuales. Por el contrario, el reformismo, en la postura de Karl Popper, se relaciona con trabajar de manera constante sobre una sociedad en permanente evolución y movimiento, lo que demandará la instauración de reformas para su óptimo funcionamiento. En este sentido, el reformismo buscará, en simetría con los procedimientos democráticos, concretar una política de transformación estructural de las relaciones económicas y sociales inquiriendo, de manera continua, avanzar hacia nuevos modelos de políticas y de desarrollo más acordes con los requerimientos de la evolución de la sociedad. Así los problemas estructurales de una sociedad, que la revolución o el cambio holístico quiso efectuar de una sola vez, pueden encontrar una solución democrática y progresiva a través de una transformación parcial pero gradual de los diferentes procesos que tienen lugar al interior de un colectivo humano: procesos económicos, políticos, culturales, tecnológicos, etc. Llegar o lograr la felicidad del ser humano es parte esencial de la realización gradual. (Simões, 2009).

En el sentido anterior, y tal como sostenía Samuel Huntington, la tarea del reformismo es siempre difícil y complicada. La tarea del reformismo se da al interior y en el contexto de un régimen democrático, donde se debe buscar de forma continua, a través del dialogo y el debate, la constitución de alianzas siempre más amplias y extensivas. Esto con la lógica de ir sumando voluntades que vayan generando el sustento de las reformas que se adoptarán, y al mismo tiempo que esas reformas cuenten con los grados de legitimidad que el régimen democrático exige. Se sigue entonces que la adopción de medidas o reformas que busquen producir cambios de consideración, deben ir precedidas, no tan solo de la clasificación y ramificaciones que ellas puedan tener, sino también de los apoyos suficientes para que se puedan plasmar sin la generación de una gran oposición a las mismas. De alguna forma, el tratamiento racional de las reformas, su presentación, crítica, modificación y ejecución, deben garantizar el respaldo de amplios sectores de la comunidad para su buen término. No hay reformas exitosas si no están validadas racionalmente al interior de la sociedad.

Las características distintivas del reformismo que plantea Popper son las siguientes: Por un lado, su continuidad en el tiempo y por otro la discusión crítica que se debe llevar al interior de toda la sociedad de las propuestas de reformas que se quieran impulsar6. Así el reformismo necesita mantener su gradualidad en el tiempo y también mantenerse incólume ante los escollos y atentados realizados por las fuerzas conservadoras que intentan mantener el statu quo, y por lo mismo sus privilegios, al interior de una sociedad. La particularidad del reformismo popperiano es que requiere de la sociedad abierta y de la democracia para funcionar. La sociedad conservadora, revolucionaria y utópica impide la reforma. Las tres por diferentes razones bloquean el cambio. En esta lógica argumental Fazio y Labastida afirman:

[...] tanto las utopías políticas -desde la república platónica hasta el marxismo- como los regímenes totalitarios son enemigos de la sociedad, pues niegan la posibilidad de reformar. Desde su punto de vista (Popper) la única forma política que permite a la sociedad progresar por medio de la prueba y el error es el reformismo democrático, como expresión a nivel político-social del falsificacionismo. (Fazio y Labastida, 2004: 247).

De esta manera, el reformismo deberá articular un programa de reformas que considere todas las instancias que requieren reformas, las metodologías para producir la propuesta de reforma y el plan de ejecución de las reformas mismas. Igualmente el programa de reforma debe ser capaz de contener las posibles situaciones que pueden emerger y que son difíciles de prever a causa de la falibilidad humana. No obstante, todo paquete de reforma debe hacer el ejercicio de diagnosticar las posibles situaciones indeseadas que se pueden producir como consecuencias de las alteraciones que la reforma producirá.

Entonces, el objetivo del reformismo popperiano será conseguir, mediante un programa de transformaciones en el tiempo, cambios y mutaciones en las relaciones sociales y económicas que conduzcan hacia una sociedad más libertaria, más abierta y con crecientes grados de profundización de la democracia. Ahora bien, lo anterior significará que esta sociedad sea capaz de establecer un piso o un punto de partida común para que los individuos puedan ejecutar sus diversos proyectos de la forma más equitativa posible. En consecuencia, la reforma tiene entre sus grandes objetivos equiparar el punto de partida de los individuos, de forma tal que estos tengan las mismas posibilidades de desarrollar sus individualidades al interior de una sociedad libre. Una sociedad será libre si permite al individuo arrancar en equiparidad. Cada individuo, según su inteligencia y destreza, llegará a realizar lo que sus posibilidades y circunstancias le permitan. Esta tarea es una de las más importantes de la reforma.

Elementos muy importante para el éxito de una política de tipo reformista, que se vinculan con toda la estructura de la teoría política de Popper, son la detección de los problemas y tentativas de solución (que deben ser múltiples), y la discusión racional y el logro de un acuerdo de solución. En la búsqueda de un acuerdo de solución, como sosteníamos antes, cobra vital importancia el tema democrático en el sentido de construir mayorías que entreguen sustento y fuerzas a las reformas impulsadas. El acuerdo sobre la reforma implica los temas de consenso y validación democráticos.

El reformismo en general y el reformismo popperiano, en particular, constituyen la adopción de una estrategia política diferente de la revolución. La revolución es, como hemos venido diciendo, la propuesta política que busca cambiar de forma total un orden político y social existente. El objetivo de la revolución es el cambio absoluto y de una vez. A los ojos de Popper es una apuesta tremendamente riesgosa, aunque no excluye completamente su factibilidad, incluso violenta. No obstante, la defensa de Popper de la sociedad abierta, de la democracia de la actitud crítica y racional y por ende la reforma gradual, Popper no descarta en contexto específicos el uso de la revolución violenta como forma de alcanzar objetivos que de otra forma van a significar la tiranía y la opresión sobre los seres humanos. En este artículo tenemos un Popper que perfectamente puede tener posiciones de vanguardia, muy distinto de como el vulgo ha considerado erróneamente su filosofía política. Así, sobre la revolución violenta sostiene:

No estoy en todos los casos y circunstancias contra la revolución violenta. Creo, al igual que algunos pensadores medievales y del renacimiento cristiano que justificaban el tiranicidio, que puede no haber otra salida, bajo una tiranía, que una revolución violenta. Pero creo también que una revolución tal debe tener por único objetivo el establecimiento de una democracia, y no entiendo por democracia algo tan vago como 'el gobierno del pueblo' o 'el gobierno de la mayoría' sino un conjunto de instituciones (entre ellas, especialmente, las elecciones generales, es decir, el derecho del pueblo de arrojar del poder a sus gobernantes) que permitan el control público de los magistrados y su remoción por parte del pueblo, y que le permitan a éste obtener las reformas deseadas sin empleo de la violencia, aun contra la voluntad de los gobernantes. En otras palabras, sólo se justifica el uso de la violencia bajo una tiranía que torna imposible toda reforma sin violencias, y ésa debe tener un solo fin: provocar un estado de cosas tal que haga posible la introducción de reformas sin violencia. (Popper, 1985: 329-330)

Para Popper, por lo tanto, el recurso de la violencia solo se justifica para derrocar la tiranía, la dictadura o al opresor y una vez instaurada la democracia y su grado superlativo que es la sociedad abierta, la violencia no tiene lugar. Para ello existirá la discusión libre y crítica de las ideas, donde la lucha se llevará adelante teniendo como única arma los argumentos. La multiplicidad de opiniones e hipótesis de solución de problemas que afectan a la sociedad se resolverán de cara a las situaciones que se enfrenten.

El reformismo sostiene que el orden social existente es válido pero que necesita de correcciones, a través de la intervención planificada. El reformismo plantea una teoría de la democracia según la cual la sociedad puede ser mejorada. Este reformismo desligado de la carga marxista ha tenido un buen éxito después de la Segunda Guerra Mundial. Este mismo reformismo sostenido por Popper ha sido descrito, de manera semejante, por Jürgen Habermas de la forma siguiente:

[...] el reformismo socialdemócrata, que también recibió importantes impulsos de automarxistas como Karl Renner y Otto Bauer, se desligó relativamente pronto de esa visión holística de la sociedad y de toda perplejidad en lo tocante a la especifica lógica sistémica del mercado, de toda la concepción dogmática de la estructura de clases y de la lucha de clases, de toda falsa actitud en lo concerniente al contenido normativo del Estado democrático de derecho, y de los supuestos evolucionistas de fondo. Bien es verdad que la autocomprensión política diaria ha venido marcada casi hasta el presente por el paradigma productivista de la 'sociedad del trabajo'. Tras la Segunda Guerra Mundial partidos reformistas de talante pragmático, un tanto de espaldas a los grandes proyectos teóricos, han venido cosechando indudables éxitos en lo tocante a la implantación de ese compromiso que el Estado social representa, que ha penetrado incluso en las propias estructuras sociales. La profundidad de esa intervención y penetración ha sido siempre subestimada por la izquierda radical. (Habermas, 1996: 271).

Obviamente tenemos claros matices muy diferentes entre Popper y Habermas, pero en esta definición de reformismo del último parece haber cierto consenso con Popper7.

Ante esta definición de reformismo que hemos alcanzado, se pone al frente la alternativa revolucionaria. Esta opción sostenía que solamente la eliminación del capitalismo y su modelo de producción y de organización de la sociedad mediante la violencia política era la solución adecuada. Por el contrario, este reformismo, en alianza con la democracia y la sociedad abierta en la teoría de Popper, propone la reforma del Estado predicando el objetivo final de lograr un equilibrio de los grupos sociales, no discriminando entre diferentes clases sociales. El reformismo popperiano intentará avanzar con la mayor cantidad de aliados, usando como armas, la actitud racional y los argumentos.

Si bien es cierto, el reformismo presenta una compleja y difícil operacionalización, como ha sostenido Huntington, es una forma de hacer la política que más allá de salvar la democracia es una alternativa de procedimiento político que genera un mayor campo de acción para la sociedad abierta, esto es, pluralismo y juego de mayorías y minorías que se plasman en las distintas propuestas planteadas, en donde se enfrentarán la mayor cantidad de ideas y diversas visiones acerca del hombre, la libertad, la sociedad y el mundo.

Igualmente aparece, como de sentido común, el lograr crecientes grados en el avance del reformismo en el ámbito internacional, en donde se pueda avanzar en la construcción de un sistema que permita generar la mejor convivencia entre los diferentes estados y el respeto a las normas que regulan la convivencia internacional. El logro de este último objetivo, debiera ser fruto de una política gradual de reformas y acomodos.

¿Qué sucede hoy con el reformismo? Anthony Giddens le entrega una tarea que él denomina Tercera Vía, el reformismo debe constituirse en una metodología para aplicar a los sistemas políticos que sea capaz, tanto a nivel nacional como internacional, de responder a diferentes situaciones paralelas de tremenda complejidad8. Enfrentar la globalización, la economía de la información, ayudar a avanzar hacia un mundo multipolar, colaborar en la detención del avance del fundamentalismo y todos sus males asociados como la guerra y el terrorismo.

Asumir el reformismo, no es tal vez como piensa la izquierda conservadora, rendirse o capitular ante un determinado modelo social o político. Por el contrario, el reformismo toma una posición de vanguardia frente a los desafíos de la sociedad; no una actitud defensiva y distante. Se trata de meter las manos a la obra de reformar la sociedad, con el objetivo de irla moldeando a las necesidades de la evolución y sus emergentes requerimientos. Ahora bien, este reformismo popperiano va a tener otro componente muy importante a la hora de actuar en la política práctica. Como ha sostenido Magee, el pensamiento de Popper es tremendamente práctico para la acción política y puede hacer una nueva contribución a la democracia de hoy.

El principio rector general para las políticas públicas formulado en La sociedad Abierta es: 'Reducir al mínimo el sufrimiento evitable'. Característicamente, esto tiene el efecto inmediato de llamar la atención sobre problemas (problemas concretos y reales) [...] El enfoque de Popper tiene esta consecuencia en toda la línea: en lugar de fomentar la construcción de utopías hace que uno busque, y trate de eliminar los males sociales concretos que provocan el sufrimiento de los seres humanos. De esta manera, se trata, de un enfoque práctico, y sin embargo, al mismo tiempo, de una orientación dedicada al cambio. Parte de la preocupación por los seres humanos, y se avanza en una voluntad permanente y activa de remodelar las instituciones. (Magee, 1973: 81).9

De esta manera, se expresa el reformismo práctico de Popper cuyo interés es resolver problemas más que generar utopías, por muy bellas que estas puedan ser. Con esta argumentación, a nuestro juicio, Popper no deja ningún espacio para las concepciones absolutistas que piensan que las sociedades son entes monolíticos que se pueden moldear de una vez para siempre. Por el contrario, las sociedades libres y democráticas requieren de reformas, requieren de discusión crítica para realizar el presente y el futuro. Ese que en el Siglo XX le quiso negar el totalitarismo y que ahora en el Siglo XXI se lo pretende birlar el fundamentalismo. Desde la trinchera de Popper nuevamente encontramos las armas para seguir la lucha infinita hacia la sociedad abierta y el régimen democrático de gobierno.

 

Conclusiones

La obra de Karl Popper no deja de tener elementos de angustia de un pensador que observó cómo, en un momento determinado, el mundo parecía girar hacia el totalitarismo y hacia la reacción más tribal jamás vista. Desde aquí que hoy podamos decir algo sobre el profundo concepto de Sociedad Abierta defendido y propuesto por Karl Popper.

La Sociedad Abierta es la sociedad abierta a más valores, a más visiones del mundo tanto filosóficas como religiosas, a más propuestas políticas y por lo tanto a más partidos políticos, a las críticas más severas y a los más amplios puntos de vistas. La Sociedad Abierta está abierta al mayor número posible de ideas, propuestas, diferentes pensamientos que en lo posible sean contrastantes y que desde allí puede emerger uno nuevo. La Sociedad Abierta de Popper y su Filosofía Política en general está cerrada solamente a las posiciones intolerantes. He allí su límite.

Cerrarse a la intolerancia no es cerrar la sociedad abierta, sino más bien, protegerla. Quizás suene paradójico, pero la sociedad desde tiempos inmemoriales se ha defendido de sus enemigos y la sociedad democrática más que ninguna. El Discurso Fúnebre de Pericles, es la mejor defensa de la democracia ateniense, y las palabras del estratega griego van encaminadas a su defensa. No importa si son lacedemonios o medos, la defensa de la democracia -la sociedad abierta- se hace con las mismas prerrogativas que entrega ella misma.

En consecuencia, la postura de Popper encuadra muy simétricamente en un mundo multicultural, en donde existen las expresiones más diversas imaginables y en donde pueden surgir nuevas posturas. Por lo mismo, el totalitarismo, el historicismo y el fundamentalismo son posiciones retrógradas que aspiran a convertir al ser humano en una suerte de engranaje de un supuesto sistema ideal y perfecto, con una idea única, que lo más probable es que termine en un desastre.

 


NOTAS

*** Este artículo es resultado del proyecto de investigación La Democracia en la Maroma.

1 Para el caso es esclarecedor -pese a que no toca la temática que aquí tratamos- el artículo de Marcel Theza Manríquez (2002) sobre el determinismo e indeterminismo en la obra y pensamiento de Popper.

2 Estos principios o criterios son tomados de la epistemología de Popper.

3 América Latina ha dado ejemplos al mundo de ello, cuando vemos, por ejemplo, el Estado Plurinacional de Bolivia, que por primera vez en su historia ha tenido períodos civiles completos, con elecciones democráticas; o la alternancia del poder en estados como Chile, Colombia, Costa Rica o Uruguay, donde sus regímenes políticos han cuidado la alternancia en el poder, elaborando un poder más alto que la urgencia del mismo por un hombre o una mujer; la constitución política del estado prohíbe dichas reelecciones o las permite una sola vez. Con ello, se frenan los apetitos de inmortalidad y/o mesianismo.

4 Dicho cambio gradual no se acepta en una sociedad cerrada por quienes aspiran a una sociedad abierta. Recordemos que el derecho a rebelión ante una tiranía -totalitaria o fundamentalista- es una consagración humana discutida desde tiempos inmemoriales y que ha permitido acabar con regímenes que causaron millones de muertes.

5 Para tener una visión amplia del concepto "Revolución" véase Arendt (1967) y Ricciardi (2003). Este último aborda el concepto de Revolución desde sus supuestos orígenes en el pensamiento clásico y medieval, y su potente irrupción en el pensamiento político moderno.

6 Esta situación se fundamenta, en la obra de Popper, en el reconocimiento que hace de la Oración Fúnebre de Pericles donde sostiene: que si bien sólo unos pocos son capaces de dar origen a una política, la mayoría es capaz de juzgarla.

7 Entre Popper y Habermas hay similitudes limitadas. Perona sostiene: "Sin embargo, esta similitud (Popper y Habermas) tiene sus límites. Habermas y Popper no sólo se distinguen por su origen intelectual radicalmente diferente, que se refleja en el desarrollo epistemológico de sus respectivas teorías, sino que también se diferencian en el alcance que otorgan al reformismo que les une. Así mientras Habermas parece estar convencido de que la reforma constante puede llevar a una ruptura final y a una situación del sistema ahora vigente, Popper considera que la reforma constante llevará a un mejoramiento del sistema existente en la actualidad, pero nunca a sus sustitución [...]" (Perona, 1993: 227).

8 Uso el concepto de complejidad en el sentido que lo utiliza Edgar Morin (2005).

9 Citamos el original del inglés por tratarse de una traducción libre: "The general guiding for public policy put forward in The Open Society is: "Minimize avoidable suffering". Characteristically, this has the inmediate effect of drawing attention to problems... The Popperian approach has this consequence right across the board: instead of encouraging one think about building Utopia it makes one seek out, and try to remove, the specific social evils under which human beings are suffering. In this way it above all a practical approach, and yet one devoted to change. It starts from concern with human beings, and involves a permanent, active willingness to remold institutions" (Magee, 1973: 81).


 

Referencias

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